viernes, 6 de diciembre de 2019

Relación al punto

En la cocina empezamos
con las miradas y mimos
un puchero de emociones
que iniciamos como amigos
pero antes de acabarlo
ya olía a algo distinto.

A mí me hervía la sangre,
se me asaban los latidos,
y tus lagrimas de almíbar
brotaban sin previo aviso
confitando tus mejillas
antes de llegar al piso.

Un tupper de tus sonrisas
me llevaba los domingos
y estando en casa a solas
lo degustaba con vicio.

Ojos tiernos salteados
con besos al vino tinto,
nuestros cuerpos rebozados
en las sabanas de lino.

Pocharémos nuestros sueños
en la sartén del destino.
La menestra de verdades
con guarnición de cariño.

Los reproches y rencores
en el nitrógeno líquido
y una reducción de celos
deja siempre un buen sofrito.

Con la confianza blanca
se dá sabor a nuestro guiso,
cocinado a fuego lento
en la olla del compromiso.

Una pizca de picante
para provocar los gemidos,
brotes frescos de pasión,
ensalada de mordiscos.

Una relación al punto,
en perfecto equilibrio,
ni cruda que suelte sangre,
ni pasada que te deje frito.

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